El pistolero sin balas y con mucho espejo

Qué curioso: hay quien escribe retratando a otro, pero lo que en realidad está haciendo es describirse a sí mismo. Así nos encontramos con este autoproclamado azote del periodismo, que va por ahí de “bufón valiente” cuando en realidad no pasa de ser el clásico fanfarrón de barra de tasca, armado con una pluma barata y un diccionario de insultos reciclados.

Habla del “mercenario de la placetilla” y del “pistolero de gatillo fácil”... y cualquiera que lo lea pensará que se está mirando al espejo. Porque si alguien dispara siempre la misma bala —ese eterno guineo sin fecha de caducidad— es él, que repite el mismo estribillo en cada texto como si la originalidad le diera alergia.

Critica a los “seudónimos barriobajeros”, pero él mismo firma escondido, cambiando de máscara según le convenga: unas veces habla como justiciero anónimo, otras como portavoz de un pueblo entero (que, casualmente, nunca le ha elegido para nada) y otras como coro griego indignado. Lo suyo es el “copy-paste” emocional: se inventa una colectividad para reforzar su ego.

Va de valiente, de que da la cara… pero solo en redes y cuando sabe que no hay riesgo de réplica seria. Eso sí, exige educación mientras reparte mandobles verbales como si fueran panfletos de saldo. Y lo más gracioso: acusa de repetir argumentario… cuando su propio manual de ataques cabe en un posavasos y lo lleva usando desde que descubrió que las mayúsculas dan énfasis.

Se queja de “mercenarios del periodismo” pero vive en un bucle donde lo que más teme perder no es la razón… sino el protagonismo. El bolsillo lo menciona como si fuera ajeno a él, pero en su caso está más presente que la ortografía en sus textos. Y cuando no le contestan, se inventa que es porque ha dado en la diana, cuando en realidad no ha tocado ni la diana… ni la pared.

Habla de “trampas”, “barro” y “cloacas” como si no llevara años chapoteando en ellas con gusto. Y eso de que “la hemeroteca es muy maldita” debería grabárselo en un post-it, porque lo suyo no resiste ni un repaso rápido de sus propias publicaciones: el mismo tono, la misma rabia prefabricada, y la misma fijación enfermiza con quienes no le ríen las gracias.

Al final, la única “pauta” que marca es la de seguir siendo previsible. Mucho ruido, mucho “yo soy la voz del pueblo”, pero a la hora de la verdad, solo es la voz de su propio enfado. Un enfado que no alimenta causas… pero sí su ego.

Y, para que no se confunda, le recordamos algo muy simple: aquí no hay ni miedo ni precio que nos calle. Pero si quiere seguir, al menos que lo haga bien… porque si va a insistir en jugar al pistolero, que no olvide lo esencial: para apuntar alto, primero hay que cargar el arma. Y usted, sosete, hace tiempo que se quedó sin balas.

Luis Verde, vecino declarado Antibufón.