Cubas de mentiras, la cosecha de Sosete

Ya lo que nos faltaba: el Bufón de San Roque ahora va de ingeniero hidráulico, auditor de caudales y experto en decretazos líquidos. Uno lo lee y no sabe si está ante un artículo de denuncia o ante el guion descartado de “Agua para elefantes”, versión low cost y rodada en la plaza de San Miguel.

Resulta que, según su epopeya más reciente, el agua en Valsequillo no fluye porque Atta la secuestra, la vende y la regala con la misma facilidad con la que el propio bufón manipula sus párrafos. Si mañana falta hielo en el bar de la plaza, seguro que también es culpa de un “decretazo”.

Lo más pintoresco es su capacidad para mezclar churras con cubas: que si 115.000 metros cúbicos regalados, que si el ranchero de vacaciones sin sustituto, que si la calufa derrite la mentira y no el helado. Un auténtico cocktail de metáforas pasadas de sol.

El hombre parece sufrir un ataque de amnesia selectiva. Porque mientras ahora denuncia cubas, tarifas y nacientes, en los años en que su musa política se paseaba por los despachos municipales, no derramó ni una gota de tinta sobre la gestión del agua. Claro, entonces la sequía era solo atmosférica; ahora, como conviene, es política.

Y qué decir de su tono de mártir de la agricultura: convierte cada manguera en una conspiración internacional. Según él, si un agricultor no riega sus papas es porque Atta firmó un decreto secreto en tinta invisible. Lo próximo será culpar al alcalde de que los aguacateros den sombra en vez de frutos.

El Bufón, en su versión hidráulica, se olvida de que los camiones cisterna no son un capricho local, sino una medida que otros municipios también han tenido que activar ante el calor extremo y el desplome de los caudales. Pero claro, admitir eso arruinaría su teoría de Netflix: “Atta, el vampiro del agua”.

Por cierto, habla de cifras con la misma alegría con la que otros hablan del tiempo en la cola del Spar: 115.000 metros, 50.000 euros, 9% de subida… Todo redondeado, todo convenientemente inflado, todo sin un papel que lo sostenga. Es el Bufón versión “PowerPoint”, experto en multiplicar números en el aire.

Mientras tanto, los vecinos, en la vida real, tienen agua en las casas y el Ayuntamiento lleva semanas moviendo cisternas para garantizar el servicio. Pero eso no vende titulares. Lo que vende es la novela del desastre inventado, donde siempre hay un culpable fijo y una “dama exonerada”.

En resumen: la pluma del Bufón no da agua, pero sí riega su obsesión personal con litros y litros de tinta agria. En su próxima entrega, seguro que nos revelará que la sequía en África también es por culpa de Atta, y que el Mar Muerto está así porque alguien firmó un decreto en Valsequillo.

Continuará… porque el Bufón, cuando se trata de fabricar tormentas en un vaso de agua, nunca sabe parar.

Luis Verde, vecino declarado Antibufón.