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CULTURA|PATRIMONIO ETNOGRÁFICO

El Gobierno canario oficializa la declaración de Bien de Interés Cultural del Rancho de Ánimas de Valsequillo

El decreto aprobado el pasado 24 de febrero sale publicado este lunes en el Boletín Oficial de Canarias

Redacción/Valsequillo
El ranchero mayor del grupo, Agustín Calderín/RMV.El ranchero mayor del grupo, Agustín Calderín/RMV.

 Los Ranchos de Ánimas de Valsequillo, La Aldea de San Nicolás y Arbejales-Teror han sido declarados Bien de Interés Cultural (BIC) con la categoría de “Usos sociales, rituales y actos festivos” y “Formas de socialización colectiva y organizaciones”. La decisión quedó recogida en el Decreto 10/2025, de 24 de febrero , publicado hoy en el Boletín Oficial de Canarias (BOC).

 

Este reconocimiento supone un paso crucial en la protección y promoción de una tradición profundamente arraigada en la cultura popular canaria. Los Ranchos de Ánimas, herederos de antiguas manifestaciones religiosas y musicales, han pervivido en el tiempo como expresión de la identidad colectiva de la isla, vinculada a la memoria y el culto a los difuntos.

 

El decreto, impulsado por la Consejería de Universidades, Ciencia e Innovación y Cultura , se fundamenta en la Ley de Patrimonio Cultural de Canarias, que establece la importancia de preservar las manifestaciones inmateriales de la cultura canaria. En el documento se detallan los elementos esenciales que conforman esta expresión cultural, garantizando su continuidad y adaptación sin perder su esencia histórica.

 

Con esta declaración, los Ranchos de Ánimas contarán con un marco de protección que contribuirá a su difusión, investigación y conservación para las generaciones futuras.

 

Justificación

Los Ranchos de Ánimas, cuya declaración de Bien de Interés Cultural se pretende como sobresaliente manifestación de nuestro patrimonio inmaterial, ha sido objeto de un minucioso estudio que se concreta en la Memoria de 1 de mayo de 2018 en la que han participado diversos investigadores y especialistas de reconocida dedicación en materia de Patrimonio Inmaterial, entre los que citamos a D. Óscar Vizcaíno Déniz, D. José Pedro Suárez Espino, D. Francisco Suárez Moreno, D. Juan José Monzón Gil y Dña. Lidia Sánchez González, todo ello bajo la dirección y coordinación de D. Roberto Suárez Ojeda.

 

Dicha Memoria expone cómo los Ranchos de Ánimas son una manifestación etnográfica que ha desarrollado y sigue desarrollando una función social y religiosa de forma ininterrumpida, al menos, desde el siglo XVII. Al respecto, en el siglo XVIII casi todas las parroquias tenían cofradías con vínculos con los ranchos de cantadores que recaudaban fondos para las misas o bien para las Cofradías de Ánimas. Estas cofradías disponían de propiedades agrarias, además de capillas y altares con cuadros de significado religioso, que, en el caso de Gran Canaria, se calculan en unos treinta y tres, con fines de adoctrinamiento bajo las proclamas en favor de la existencia del purgatorio que emanaron del Concilio de Trento. Se plantea la posibilidad de que, en un principio, cofradías y ranchos fueran una misma entidad con carácter recaudatorio, aunque, analizando su evolución, esta fue distinta, incluso en conflicto. Su origen se remonta a los siglos XVI y XVII, aunque, en muchos casos, se desconoce el momento exacto de su fundación o creación. En el caso de los tres ranchos objeto de esta declaración, han mantenido la función original para la que fueron creados: cantar por los difuntos y entregar el dinero obtenido a las parroquias de las comunidades donde se canta para que se ofrezcan misas por la salvación de las ánimas. Las referencias documentales de estos se sitúan a partir del siglo XIX aunque, como ya se ha señalado, no se conoce el momento real de su inicio, existiendo noticias a partir de los siglos XVI y XVII para ranchos y cofradías.

 

La dinámica del resto de los ranchos en la isla a lo largo de los pasados siglos XIX y XX fue la progresiva desaparición de los mismos, quedando testimonios de su presencia en Tejeda, La Pardilla (Telde), Tasarte (La Aldea de San Nicolás), Ingenio, Juncalillo/Barranco Hondo (Gáldar) y Lomo Magullo/Arenales (Telde). Un dato importante que aporta la Memoria de 1 de mayo de 2018 es que, en la actualidad, esta expresión de religiosidad y cultura popular solo se mantiene activa en Gran Canaria, vinculada al universo de las creencias antiguas del cristianismo y de tradiciones paganas mediterráneas e, incluso, de supuestas reminiscencias aborígenes, dedicado al culto a las ánimas. Es de destacar el papel que estas entidades han mantenido en las localidades, hasta hace unos años aisladas, donde permanecen en activo: los ranchos cimientan ideológicamente un sistema de relaciones sociales de enorme trascendencia cultural y socioeconómica, desaparecido en algunos casos y, en otros, latente o redefinido.

 

En su expresión como fenómeno que combina varias tradiciones que se refuerzan en Canarias por su cultura de frontera y mestiza, siendo los Ranchos de Ánimas una manifestación ecléctica del significado de la muerte y los espacios de transición como el purgatorio del imaginario religioso cristiano. Su antigüedad y en especial la supervivencia a lo largo de los siglos de una isla con una transformación cultural profunda en la segunda mitad del siglo XX, los convierte en una expresión singular del denominado tiempo tradicional y rural, que ha sabido superar los cambios en todos los planos, incluidos el de la espiritualidad y religiosidad popular.

 

Ha persistido no solo su expresión musical y comunitaria, sino que ha conseguido mantener el carácter funcional de cantar a las ánimas que están en el purgatorio además de otras figuras como santos o patronos de los lugares que se visitan, familiares vivos, novios, cosechas, animales, etc. A cambio de limosna que sirva, además, para sufragar misas por las Ánimas (…).

 

Una definición antropológica de los Ranchos de Ánimas pasa por la reconstrucción del tratamiento de la muerte en las comunidades donde ha sobrevivido, observándose que los ranchos responden a la necesidad emocional y religiosa de establecer vínculos, estabilidad, inmediatez, continuidad y comunicación entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos.

 

Esta última definición, extraída de la Memoria de 1 de mayo de 2018, es quizás un buen resumen de la naturaleza de los Ranchos, los cuales mantienen vivo un universo de comunicación entre los dos mundos que nos acerca a otra cosmovisión de la relación entre la vida en la tierra, la memoria emocional y la gestión del recuerdo a partir de la muerte, sus expresiones simbólicas y cargas religiosas. La recogida de dinero y el recorrido musical que se adentra en las casas de la comunidad funcionan como mecanismo de cohesión grupal, de refuerzo de los vínculos de parentesco, vecindad y de creencias que se dan entre quienes protagonizan los rituales del rancho y quienes lo hacen como contribuyentes económicos y espirituales para la que la tradición permanezca.

 

En cuanto a la Liturgia de los ranchos, la Memoria de 1 de mayo de 2018 describe que se trata de relatos que contienen y representan aspectos emocionales de la comunidad. Sus coplas y deshechas hablan en nombre de las ánimas y los cantadores -sus portavoces- son oficiantes que se transforman en la Voz de las Ánimas. Efectivamente, las ánimas se manifiestan, están allí, y se insiste en todo momento en su presencia, su participación en el ritual. La propia letanía sonora y musical parece proceder del ultramundo que se asoma a través de la escenificación ritual del rancho. El recorrido por la comunidad de vecinos se produce normalmente entre la noche y la madrugada y busca la empatía y solidaridad de los que participan en recibir y escuchar al Rancho, como señal de unión actual y de futuro para los que puedan encontrarse tras la muerte en el purgatorio. Las fechas donde se concentran las salidas son las de la navidad cristiana como espacio de celebración de renacimiento.

 

Con la aportación económica a través de la limosna se está sufragando el beneficio para financiar las misas a favor de las ánimas, reportando una reconciliación psicológica con el donante y de este con el ultramundo. Es una aportación para los que están y para los que podrán llegar, entre los que se incluyen todos los vivos, produciendo un acto de reciprocidad material y espiritual.

 

En el recorrido del rancho, la música del camino tiene un punto donde el ritual y la liturgia se despliegan con la carga simbólica que contiene. Esto se desarrolla en la casa del vecino que elabora y ofrece la cena al Rancho, convirtiéndose por esa noche en el centro de la celebración y de sacralización de la actividad. La organización del espacio dentro de la vivienda y su representación está estructurada en el mismo ritual, que son expresión del orden que adquiere cada componente y donde el infierno no existe porque el paso siguiente que se promueve, después de superar el purgatorio, es un recorrido hacia la vida en el cielo. A este espacio de comunión con la comida y su organización circular, donde el ritual de la Copla y Deshecha de Cena, le sigue otro momento de Representación de las Doncellas Doblando el Paño, donde las mujeres jóvenes de la reunión recogen el paño donde se ha cenado, y su pureza cobra significado como parte de la ofrenda y sacrificio, agradeciendo el alimento que permite la resurrección. “En el Rito de las Cuatro Doncellas doblando el paño el círculo cósmico representado por los que cantan se abre para recrear en las cuatro puntas del paño el espacio del Rancho, los cuatro puntos cardinales, el tiempo cíclico de la Tradición, las cuatro estaciones, que se suceden al mismo ritmo lento pero preciso de sus coplas”. También se desgrana de esta escenificación, el componente androcéntrico donde las mujeres jóvenes aportan significados relacionados con la cultura patriarcal campesina que estructura la misma tradición. De hecho, la presencia de mujeres se produce recientemente a finales del pasado siglo XX como tocadoras y respondedoras. En la actualidad, ya se han incorporado incluso como cantadoras de alante.

 

Las salidas se concentran entre las festividades de Santa Lucía, hasta pasada La Candelaria, durante unos doce sábados, que representan un tiempo donde el ritual conecta con la cosmovisión del campesino tradicional y su relación con el ciclo del año, en un bucle que marca un tiempo de trabajo determinado por las estaciones del tiempo de la vida y de la cosecha, lo que conforma ciclos vitales.

 

El rancho está compuesto por el Ranchero o Ranchero Mayor, los cantadores principales, denominados cabeceras o cantadores de alante, los del coro o respondedores, los tocadores y el mochiller. Suelen estar conformados por grupos en torno a 15 personas. Entre estas personas, la transmisión oral de la práctica y de los cantares tiene lugar a través de un proceso de endoculturación donde los más viejos traspasan la costumbre en todo su significado y expresión, aunque algunos cantos o versos respondan a la capacidad de improvisación de los autores. Esto se vio reforzado por la falta de dominio de la escritura y lectura de muchos de sus protagonistas que fue sustituida por la palabra, el gesto, la acción, la música y el compromiso de los siglos por mantener viva la institución.

 

Los géneros musicales que interpretan los ranchos son la Copla de 8 sílabas y, en la Deshecha, de 12, siendo la primera más lenta y variando según la aportación de cada cantador. En el camino de un sitio a otro musicaban un reclamo para llamar la atención y como aviso a los vecinos. Esta estructura presenta variaciones de unas localidades a otras y a lo largo del tiempo. Los instrumentos que acompañan y portan los ranchos son espadas, panderos, tamborcillo, flauta de caña (este último en el Rancho de La Aldea), el triángulo, las castañuelas, e instrumentos de cuerdas como la guitarra y el timple. El más representativo de todos ellos es la espada junto con el pandero de sonido metálico.

 

En cuanto a las letras, estas forman parte del mismo proceso de endoculturación siendo transmitidas en el tiempo por las distintas generaciones de participantes en los ranchos donde se presentan alusiones principalmente a las ánimas, aunque también a santos, episodios bíblicos, vírgenes, textos de la Biblia o de la vida, muerte o enfermedad de personas de la comunidad.

 

Respecto a las peculiaridades de cada uno de los tres ranchos objeto de declaración, y empezando por el de La Aldea, la Memoria de 1 de mayo de 2018 apunta que el antiguo rancho dejó de salir en torno al año 1945. La actividad de este Rancho se recuperó en la Navidad de 1991 con la participación de personas de la localidad, entre los que figuran descendientes de los últimos rancheros, que en algunos casos habían conservado los viejos instrumentos. En el orden de representación destacan los que echan “adelante” que son los improvisadores, colocados en el centro de un semicírculo del que formaban parte unas 14 personas. A estos ranchos se les conocía también como “Los Panderos” y sus salidas iban del 8 de diciembre (La Inmaculada Concepción) al de 2 febrero (La Candelaria). En este rancho participaban algunas mujeres y el punto de encuentro para el inicio era el núcleo de Los Espinos, y, a lo largo del camino y delante del rancho, se bailaba al son de los panderos.

 

El Rancho de Ánimas de Arbejales de Teror, también conocido como “Los Cantadores”, ha mantenido intacta su vocación de recaudar limosnas para entregarlas a la parroquia y destinarlas a las misas para salvar las ánimas, cuyas referencias documentales conocidas se extienden a lo largo de los siglos XIX y XX. También sus salidas (12) se concentran entre mediados de diciembre y finales de febrero, donde visitan viviendas, sedes de las asociaciones de vecinos, iglesias y ermitas de la zona.

 

El Rancho de Valsequillo, además de dedicar la limosna a misas por la salvación de las ánimas benditas también destina el dinero recaudado a obras de caridad: personas necesitadas, instituciones benéficas… Según la Memoria de 1 de mayo de 2018, este rancho mantuvo una larga tradición en el tiempo y nunca desapareció; actualmente cuenta con unos 20 activos, entre los que figura una mujer y cabe destacar la labor de promoción llevada a cabo por el Ranchero Mayor. Sus salidas se concentran en cuatro fechas que empiezan en la Nochebuena, teniendo fuera de la temporada una actividad destacada denominada “Ranchos de Levantisco” para el pago de una promesa, en el que algún vecino devoto ofrecía una cena al grupo.

 

También desde hace unos 50 años se junta con el Rancho de Arbejales en San Isidro (Teror) y Madrelagua (Valleseco). Utilizan instrumentos como espadas, tambores, panderos de sonajas; también se han incorporado guitarra, timple, laúd y violín.

 

El capítulo 10 de la Memoria de 1 de mayo de 2018 recoge las experiencias didácticas en materia de difusión, tanto en centros de primaria como en los de secundaria, con experiencias consolidadas como el Aula de Etnografía de La Aldea, vinculada al Proyecto de Desarrollo Comunitario de este municipio, y la labor didáctica realizada en el CEO Rey Juan Carlos I de Valleseco. También se han utilizado páginas web y redes sociales con la intención de dar a conocer los valores históricos y culturales de los ranchos.

 

En el último apartado de la citada Memoria de 1 de mayo de 2018, titulado “Situación actual y Peligro de Extinción”, se resume el estado actual de estos colectivos, resaltándose que en las tres localidades en las que los ranchos se han mantenido, estos gozan de respeto y consideración; en el resto de la isla y en la mayoría de la población se aprecia un desconocimiento por esta expresión cultural. La dedicación y el esfuerzo por dar a conocer esta centenaria tradición a través de múltiples eventos, publicaciones, premios, redes sociales, conferencias, exposiciones, películas, documentales, ha permitido un cierto reconocimiento del valor como patrimonio inmaterial donde destacan la carga espiritual, emocional, solidaria, social y cultural de la religiosidad popular en torno al culto a las ánimas. Pese a ello, los cambios en torno a la cultura de la muerte, la ausencia de relevo generacional, coloca a estos grupos en una situación de incertidumbre en relación con la continuidad de la tradición que representan, tan arraigada en las localidades donde se han mantenido.

 

El artículo 22.1 de la Ley 11/2019, de 25 de abril, del Patrimonio Cultural de Canarias (LPCC), establece que “se declararán bienes de interés cultural aquellos que ostenten valores sobresalientes de carácter histórico, artístico, arquitectónico, arqueológico, etnográfico, bibliográfico, documental, lingüístico, paisajístico, industrial, científico o técnico de cualquier otra naturaleza cultural, así como los que constituyan testimonios singulares de la cultura canaria”.

 

Los Ranchos de Ánimas aquí descritos presentan valores sobresalientes para su configuración como Bien de Interés Cultural, su antigüedad, singularidad, relación con la cultura funeraria tradicional popular y ritual, contenido y expresión musical, religiosidad, espiritualidad y creencias, y así lo evidencia con rotundidad.

 

Al respecto, el artículo 25 de la LPCC, cuando afronta las categorías del patrimonio inmaterial, permite incluir los Ranchos de Ánimas como expresión de “usos sociales, rituales y actos festivos” [artículo 25.d) LPCC] y, por supuesto, como expresión de “formas de socialización colectiva y organizaciones” [artículo 25. i) LPCC].

 

Los Ranchos de Ánimas, al estar presentes en más de una localidad, en este caso, en tres municipios de la isla de Gran Canaria, y por sus aspectos formales, simbólicos, musicales, espirituales y sociales, responden a un tronco cultural común que nos lleva a considerar que estamos ante una expresión inmaterial de las más antiguas de la isla, y a la que podemos atribuir múltiples significados que dan un carácter polisémico a la actividad, que, por otra parte, tiene en las generaciones de personas que la han mantenido y en las comunidades que la reciben, respetan y consideran, a los auténticos responsables de que este patrimonio inmaterial llegue hasta nosotros en el siglo XXI en condiciones de reconocerlo entre los activos más importantes del legado cultural de Gran Canaria.

 

Los Ranchos de Ánimas aquí descritos se encuentran arraigados en la cultura popular de las comarcas donde se mantiene viva. De hecho, tales Ranchos de Ánimas nacen de los sectores populares asociados a la cultura tradicional y se conservan precisamente por parte de los habitantes y comunidades de cada una de las localidades donde se ha venido ejerciendo. En este sentido, no pertenecen ni son parte de las instituciones formales que los regulan. Por el contrario, la iniciativa y la organización están enraizadas con los sectores populares rurales de estos municipios, con economías históricas dedicadas al sector primario, y, en este caso, a segmentos humildes de agricultores o pastores, que han mantenido vivo este legado cultural que está arraigado en las profundas creencias populares.

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