Ni pajumes ni rigor: solo ocurrencias de mercadillo

Resulta que el autoproclamado fiscal de la moral política local, ese bufón de pluma floja y verbo cansino, ha vuelto a la carga. Esta vez, según él, para “desenmascarar” a la concejala de Vías y Obras de Valsequillo. Pero lo único que consigue es confirmar lo que ya se sospechaba: que su circo particular necesita más guionistas y menos cuentos.

El “sosete”, como ya se le conoce en los mentideros del municipio, se descuelga con una lista de supuestas “pifias” que más parecen recortes de barra de bar que datos verificados. Habla de cartelones que invitan a la reflexión —quizá porque a él le invitan al bostezo—, de plazos que vuelan, de obras que no avanzan. Pero claro, olvida lo fundamental: que él mismo lleva años prometiendo rigor en sus columnas y todavía no ha colocado ni la primera piedra de la seriedad.

Con gesto de Nostradamus de mercadillo, augura que los carteles de obras serán reliquias urbanas, al nivel del del HiperDino. La ironía es que, mientras se mofa de carteles, su propio artículo es un monumento a la improvisación: una mezcla de chistes malos sobre ratas “con GPS y mosquiteras” y frases recicladas de redes sociales.

Lo más gracioso es cuando exige que se compre una tapa de cloaca “de un euro veinte” como si el futuro de Valsequillo dependiera de esa epopeya. Ni Quevedo hubiese sido tan mezquino en sus sátiras. Pero claro, cuando el nivel de análisis se reduce a pasar lista en Amazon de tapas plásticas, lo único que demuestra es que el verdadero “pajume” está en su columna.

El bufón pide que la concejala “termine alguna cosa”. Pero bien haría él en empezar por lo suyo: dejar de disfrazar de denuncia lo que no pasa de ser un panfleto personal contra Fabiola, Coalición Canaria o contra cualquiera que le estorbe en su vendetta de teclas flojas.

Porque sí, Valsequillo tiene obras pendientes, retrasos y problemas. Nadie lo niega. Pero lo que resulta insultante es que alguien que vive de la ocurrencia barata pretenda erigirse en adalid del pueblo cuando lo único que ofrece es ruido, ratas inventadas y verdulería de la buena… la suya.

Así que, querido bufón: menos cuento y más rigor. Que la gente del municipio no necesita juglares enfadados, sino voces serias que aporten soluciones. Lo tuyo, ya lo hemos comprobado, es solo sainete.

Luis Verde, vecino declarado Antibufón.