Sosete ya se inventa vecinos porque ni los gatos lo leen

Cuando uno piensa que el bufón sosete ya ha agotado el repertorio, aparece con un nuevo numerito de circo: inventarse vecinos. Sí, amigos, ahora resulta que un “lector indignado” le escribe cartas para aplaudirle. ¡Qué casualidad que el vecino escribe igualito que él! Misma pluma oxidada, mismas coletillas rancías y el mismo tufillo a queso de nevera olvidada.

Esto no es opinión ciudadana, es autoengaño con pretensiones. Es el sosete mirándose al espejo, felicitándose por sus fábulas de cloaca y repitiendo como un loro lo que ya nadie quiere escuchar.

El Mickey del Pilar

El hombre se cree Woodward, pero lo más parecido que ha investigado es el menú del día en la cafetería del Pilar. Se cree cronista del pueblo, pero no pasa de Mickey de barrio, sacando pecho en redes como si tuvieran legiones siguiéndole, cuando en realidad lo que tiene son dos gatos, un troll y ahora… un vecino inventado.

Y ojo al detalle: nos presenta a su “vecino” como si fuera la voz del pueblo. Un vecino que no tiene cara, ni nombre, ni dirección. Vamos, un fantasma literario que solo existe en el rincón mohoso de su teclado. Es la versión cutre de “Cartas al director”: aquí es “Cartas al bufón, escritas por el bufón”.

Ctrl+C, Ctrl+Vecino

Antes, el sosete vivía del refrito. Copiar, pegar y aderezar con insulto barato era su receta. Pero ahora ha innovado: copiarse a sí mismo y disfrazarse de vecino indignado. Es el colmo de la autoficción, la “literatura del hambre” con olor a cloaca digital.

Lo grave no es que se invente lectores. Lo grave es que cree que alguien va a tragarse el bulo. Solo falta que mañana nos saque un comunicado firmado por “La Comunidad de Vecinos del Edificio Fantasma” o que cite como fuente al “Club de Fans de Sosete”, que seguro que también lo preside él.

Epílogo de cloaca

Los cuentos de Sosete no son cuentos, son diarreas de teclado con factura adjunta. Historias que no pasan de ser eco vacío en la caverna del queso digital, disfrazadas de opinión ciudadana. Ni periodismo, ni crítica, ni sátira: solo el último suspiro de un bufón que ya no sabe cómo llamar la atención.

Y lo peor: mientras los vecinos de  Valsequillo tienen problemas reales —calles rotas, barrios abandonados, servicios a medio gas— el sosete se entretiene inventando vecinos invisibles para aplaudir sus ocurrencias. De bufón pasó a ventrílocuo de sí mismo.

Luis Verde, vecino declarado antibufón.