Valsequillo abraza la fuerza de la palabra

El pasado martes, el Teatro Municipla de Valsequillo se transformó en un escenario de estrellas y rimas. La Noche del Verso Improvisado, uno de los actos más esperados de las Fiestas de San Miguel, volvió a demostrar que la palabra cantada es un patrimonio vivo que en Valsequillo late con fuerza.

Con el maestro Yeray Rodríguez como timonel, el municipio vivió una velada que fue mucho más que un espectáculo: fue una celebración de la identidad y un diálogo entre generaciones. Los veteranos verseadores —José María Dávila, Anamarys Gil, Fernando García, Luzmila Valerón, Ner Suárez, Laura Martel y Sonia Pérez— ofrecieron un recital de talento, ingenio y complicidad con el público.

Pero la verdadera sorpresa llegó con la cantera local, esos jóvenes que han aprendido en el taller de Rodríguez y que empiezan a escribir su propia historia en el universo del verso improvisado. María Belén, Gisela, Pablo, Vanessa, Alba, Noa, Gregorio y Francisco subieron al escenario con la naturalidad de quienes saben que heredan un arte mayor. Y no defraudaron: sus décimas arrancaron aplausos y dejaron claro que el relevo generacional está asegurado.

La tradición del verso improvisado, que durante siglos acompañó las celebraciones y faenas del campo, volvió a sentirse como un puente entre pasado y futuro. En la plaza, abarrotada de vecinos y visitantes, cada rima improvisada era una chispa que unía la memoria de los mayores con la frescura de la juventud.

“Valsequillo mantiene viva esta herencia porque la hace suya, porque cada año la celebra y la reinventa”, resumía un asistente al concluir el acto. Una noche mágica en la que el municipio volvió a confirmar que, en tiempos de ruido y prisas, todavía hay lugar para detenerse a escuchar cómo la palabra se convierte en arte.

Reportaje gráfico del encuentro Noche de Verso Improvisado en Valsequillo