El bufón sosete convierte a Laura Martel en instrumento político

A Laura Martel no le hace falta que nadie la utilice como moneda de cambio político. Su talento con el timple habla por sí solo, sin necesidad de que un bufón sosete, empeñado en robar protagonismo, la suba a un escenario como si fuera un trofeo personal.

Lo ocurrido días atrás en Valsequillo en el concierto de Los Gofiones fue un ejemplo de cómo un personaje siniestro, cegado por su vanidad, es capaz de apropiarse del trabajo y la trayectoria de otros para gloria ajena en su particular guerra política. Y en este caso, lo hizo a costa de una artista que representa lo mejor de la tradición y la frescura cultural de Canarias.

El problema no es Laura, que respondió con la naturalidad y la humildad que la caracterizan, sino el espectáculo penoso de quien, incapaz de generar aplausos propios, busca parasitar la ovación que merece el talento verdadero. Porque mientras ella tañe el timple con pasión y respeto, él sigue tocando el tambor de la propaganda, intentando sonar más alto de lo que su mediocridad le permite.

Lo que debería haber sido un acto musical y cultural intachable terminó manchado por la sombra de la manipulación política de un bufón al que la sociedad valsequillera comienza a repudiar. El público acudió a escuchar música, a celebrar la herencia de nuestra tierra, no a presenciar cómo un engreído de manual intenta colarse en la partitura para desafinar con su ego.

Los artistas como Laura Martel merecen escenarios libres de oportunistas, no trampolines para simuladores de políticos de tercera que se disfrazan de mecenas de la verdad mientras solo buscan su propio aplauso. El concierto quedará en la memoria por la música, sí, pero también por el mal sabor de un gesto que volvió a recordar que el uso torticero de la cultura es siempre una torpeza imperdonable.

Luis Verde, vecino declarado antibufón.