El eco de la fe acompaña la Subida de San Miguel

El sábado, el reloj de las emociones marcó la hora del regreso. En la Parroquia de San Miguel Arcángel, el pueblo de Valsequillo volvió a vivir uno de esos momentos que se graban en la memoria colectiva: la Subida de San Miguel, el instante en que el Patrón deja el altar de las fiestas para volver al de la vida cotidiana.

Entre cánticos, plegarias y un silencio que decía más que mil palabras, la imagen del Arcángel ascendió lentamente, como si el templo entero respirara al unísono. Las luces tenues, el olor a incienso y el sonido pausado de los acordes sacros acompañaron una ceremonia que fue tanto despedida como promesa.

Este año, la emoción se hizo más intensa: se vivió con la certeza de que podría haber sido el último ascenso de la talla original del maestro José Luján Pérez, una joya devocional que ha protegido durante siglos el alma del municipio. En cada aplauso, en cada mirada húmeda, resonaba la gratitud de un pueblo que no olvida su raíz ni su fe.

Con la subida del Santo, las Fiestas y Feria de San Miguel bajan el telón de su semana grande, dejando tras de sí días de devoción, encuentro y tradición compartida. La imagen ya reposa en su altar, pero su presencia sigue latiendo en cada rincón del pueblo, como una llama que nunca se apaga.