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Desde La Barrera

Augusto Hidalgo: de vicepresidente a villano en la mente del bufón

Valsequillo no necesita más novelas políticas. Ya tenemos bastante con las bufonadas del de San Roque. Cada semana, un nuevo capítulo. Cada párrafo, una fantasía

LUIS VERDE

Hay quien confunde el análisis político con el chisme de barra. Y luego está el Bufón Sosete, que lo mezcla todo, lo agita con su varita mágica de la indignación fingida y lo sirve en copas de papel reciclado del BOP. Esta semana, su tinta volvió a gotear desde su caverna digital, ese santuario del disparate donde cada palabra suena a eco de patio interior.

 

El Bufón Sosete, que debe tener un máster en alarmismo conspiranoico, ha descubierto un nuevo fantasma: un tal “sucesor designado” cuyo nombre empieza y termina por “E” (como si estuviéramos en una novela de Agatha Christie ambientada en la oficina de Intervención). A su juicio, este misterioso funcionario está a punto de ser arrastrado a una tragedia institucional orquestada por Francisco Atta, que en su universo delirante es mitad Nerón y mitad Kafka.

 

Y entre tanto dramatismo, ahí aparece Augusto Hidalgo, que según el bufón sufre “afán de protagonismo”. Claro, Augusto, ese tipo que lleva años gobernando ciudades y carreteras, no tiene otra cosa que hacer que salir en la foto con Atta para fastidiar al Sosete. Que tiemble Hollywood, que Hidalgo viene con flashes de teocracia y complots insulares.

 

Pero lo mejor viene cuando el Bufón Sosete se viste de filósofo y cita a Platón: “El primer acto de corrupción de un funcionario es aceptar un cargo para el que no está preparado”.

 

Profundo. Tanto como una taza vacía. Lo cita, eso sí, justo antes de diagnosticar que el tesorero, el secretario y la interventora son poco menos que ilegales de nacimiento, elegidos “por el dedo divino del alcalde”. Uno imagina a Atta entrando al Ayuntamiento con una toga blanca y una corona de laurel gritando: “¡Hágase el habilitado nacional!” mientras el Bufón Sosete lo retrata en carboncillo desde el banco de la plaza.

 

Su obsesión con el tesorero roza lo romántico. Le pide que “aguante un poco más”, que “no se vaya todavía” porque puede venir un “sorpresón de última hora”. Uno casi espera que le cante un bolero en el próximo pleno.

 

Y claro, para rematar el sainete, el bufón convierte un pleno municipal en un capítulo de Sálvame: “¿Asistirán todos los concejales?” —pregunta con mayúsculas, como si fuera el desenlace de una serie de Netflix titulada Los Expedientes de Lomitos de Correa.

 

Mientras tanto, en el mundo real, las obras avanzan, los plenos se celebran y la vida continúa, aunque el Bufón Sosete insista en que todo es una conspiración de Atta, Hidalgo y el tesorero oculto en una grúa del Cabildo.

 

En fin, Valsequillo no necesita más novelas políticas. Ya tenemos bastante con las bufonadas del de San Roque. Cada semana, un nuevo capítulo. Cada párrafo, una fantasía. Y cada “denuncia”, una autoparodia.

 

Pero tranquilos, vecinos: estamos vigilante Y si el Bufón Sosete vuelve a citar a Platón, prometemos responder con Aristóteles… o con Los Morancos, según la gravedad del caso.

 

Luis Verde, vecino declarado antibufón.

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