Opinión
La vida asociativa: más allá de las fiestas
Romén Suárez

“¿Qué pasaría si en lugar de una empresa fuera la gente del pueblo la que hiciera una propuesta para ‘El Perro’?”, me preguntó una compañera que participó este año y que se había quedado con el subidón, normal después del acto, pensando en las cosas que se podrían mejorar, sobre todo respecto al tiempo y la colaboración activa del pueblo en todo el proceso de elaboración.
Hay que quitarse el sombrero con Tembrujo, que nos ha devuelto la ilusión con su gran trabajo y esto no va de una lucha contra ninguna empresa. Viene por el hecho de todo lo que mueve el acto, este año en poco más de un mes, y plantearse “cómo sería si esto se diera todo el año, a raíz de distintos talleres, donde la gente pudiera crecer, trabajar materiales, socializar, …”, me siguió comentando toda ilusionada con la idea.
Las asociaciones vecinales, culturales, juveniles o de mayores son los pilares del tejido social que, cuando están vivas, cuidan el pueblo todos los días del año. Si Valsequillo antes parecía un belén viviente, era en parte por eso, veías gente en la calle haciendo cosas cada día, relacionadas muchas veces con la actividad de un colectivo.
“Un equipo para formar una Junta Directiva que tire del carro, eso es lo primero”, fue mi respuesta y ya empezó a buscar posibles candidatos para reactivar la asociación. Aunque pronto vio la triste realidad: de boquilla sí, pero dispuesto a comprometerse, no está todo el mundo, o casi nadie. Yo me ofrecí a formar parte con el objetivo que perseguimos una vez: profesionalizar ‘El Perro’ para que se trabaje todo el año y tenga personal dedicado por completo.
Esto ya nos trajo problemas en su momento porque no se entendía la posibilidad de cobrar en una asociación o de llevar los talleres más allá de las fiestas, a las escuelas, a los barrios, a espacios activos durante todo el año:
- “Tú lo que quieres es lucrarte.”
- “La Asociación se creó solo para salvar el acto.”
- “¿Para qué vamos a hacer un taller en Las Vegas si el acto es del Casco?”
Cuando empezamos a trabajar en la carroza con AÑATEN, nos ubicamos en la escuela de adultos y ahí estaba trabajando la Asociación del Pub Miguelón. Dicho por muchos: si hay algo no me pierdo ni loco de las fiestas de San Miguel, es el Pub Miguelón. Y, por supuesto, no es para nada casual. Es, junto con el acto de ‘La Suelta’ y el Pub Miguelito, el otro evento que requiere de la participación activa de los vecinos para su consecución.
Esta es otra entidad que ha sabido recoger el espíritu asociativo y trascender su objetivo principal, revirtiendo su trabajo en el beneficio de todos. Actualmente, son autónomos a nivel económico y participan de la vida del pueblo, ofertando actividades y jornadas para toda la familia durante el año.
Llevo participando en el mundo asociativo mucho tiempo y conozco de primera mano los problemas que se suelen dar en las asociaciones sin ánimo de lucro. De entrada, hay algo que no se entiende muy bien:
- Sin ánimo de lucro significa que no se reparten beneficios entre los asociados, como sí se haría en una empresa.
- Los frutos económicos derivados de su funcionamiento han de revertirse en el cumplimiento de los fines y actividades de la asociación.
- Se puede contratar personal, fijo o para un proyecto concreto, para que esos fines y actividades se llevan a cabo en tiempo y forma.
La fuerza de los colectivos suele disolverse porque requiere una implicación altruista que, llegado cierto punto, acaba chocando con el trabajo, la vida social y otras cuestiones que requieren el tiempo de sus implicados. Sin embargo, he trabajado con asociaciones sin ánimo de lucro que, gracias al personal contratado, siguen cumpliendo sus fines muchos años después de iniciar su andadura.
Los jóvenes de hoy no tienen la culpa de que el Pub Miguelito no sea como era, de hecho la mayoría no tiene ni idea de lo que estamos hablando. Ellos heredaron ya una forma de hacerlo que se había desvirtuado mucho de cómo era originariamente y de aquellos barros, estos lodos. He aquí la importancia de conocer nuestra cultura y saber conservarla y transmitirla.
Por todo esto y más, considero importante profesionalizar el Perro, poco a poco. Necesitamos gente durante todo el año potenciando el desarrollo de las habilidades de nuestros jóvenes, tanto artísticas como profesionales y emocionales, enseñando valores y nuestros usos y costumbres, … Recuperar la calle, que vuelva a ser nuestra red social: “Nos vemos en el veril después de los talleres, ¿vale?”
Poder contar con profesionales como Guacimara Correa —quiero mencionarla porque este año hizo un ‘trabajasso’ de interpretación con los personajes—, podría ser algo más habitual. Que alumnos de la ULPGC y el Bachillerato Artístico puedan hacer prácticas aquí, trayendo talleres y talento al pueblo para el beneficio de todos, como ya negociamos en su momento con la asociación del perro.
No solo tenemos a Tembrujo, la empresa responsable del acto este año y que surgió de los talleres del perro, podría nombrar a muchos más que han descubierto o potenciado su pasión en los talleres e incluso viven de ello años después de su participación.
Con ‘La Suelta’ no puedo evitar pensar en La Fura dels Baus o el Circo del Sol, no para compararnos, pero sí para enseñar al mundo de lo que somos capaces. Si ellos pueden, ¿por qué nosotros no vamos a poder? De hecho, ya hicimos un miniperro en las fiestas de La Naval el año que estuvimos en la junta directiva… ¡Y les encantó! Y también hicimos “La Casona de los Horrores” en Telde, con apenas quince días de preparación, y triunfó como el turrón. Yo lo dejo caer, y al que lo quiera coger, que lo coja…
¿Tú qué opinas? Imagina que te fueran a apoyar: ¿tiene sentido aprovechar nuestro acto más representativo y potenciar la vida del pueblo ofreciendo alternativas a los jóvenes (y no tan jóvenes) durante todo el año para que se desarrollen personal y profesionalmente? Esto es una carrera de fondo, no va a ser de un día para otro, pero, ¿puedes sentir cómo sería?
Podrás decirme que para eso está el cole, ¿no? La diferencia es que esto lo decidimos entre todos, incluidos los jóvenes, que al cole van muchas veces obligados o sin ganas. Para mí la educación se da en casa y en la calle y el crecimiento personal y profesional dependen muy mucho de los estímulos que tengamos, como unos talleres donde poder crear y aportar mientras trabajas en equipo y te enriqueces con los aportes de otros.
“En Valsequillo el más tonto es abogado”, frase que escuché por primera vez fuera de mi pueblo, haciendo referencia a la picaresca y habilidades que tenemos. Por otro lado, si nos damos alas y no prejuicios, siempre habrá un valsequillero que soltará un: “¿Cómo dices tú, qué no se puede? Agárrame el cubata que voy”.
Asociarse es decir: ‘este rincón es mío, y lo cuido con otros’.
No es pedir. Es proponer.
No es esperar. Es hacer.
Y Valsequillo necesita, más que nunca, gente que haga.
Porque cuando las asociaciones viven, el pueblo no depende de quién gobierna…
El pueblo se gobierna a sí mismo.
Romén Suárez Rodríguez es vecino de Valsequillo.
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