El bufón sosete ahora se cree Yeray Rodríguez… y fracasa estrepitosamente

Hay que reconocerle al bufón sosete que, si de hacer el ridículo se trata, no conoce límites. Ya nos había deleitado con sus editoriales de tertulia de tasca, sus diagnósticos políticos de baratillo y sus análisis llenos de veneno barato. Pero ahora ha decidido dar un salto al vacío: se ha metido a verseador.

Sí, como lo leen: el cronista de lo obvio, el predicador del odio, ahora quiere rimar. El problema es que lo hace como todo lo que intenta: sin gracia, sin ritmo y sin talento.

En su último panfleto ha querido imitar —sin éxito y con sonrojo ajeno— al prestigioso Yeray Rodríguez, y ha parido un poema que no pasaría ni un examen de literatura de secundaria. En sus rimas sosas y chirriantes acusa a un supuesto “emisario de Teodoro” de andar ofreciendo cargos, promesas y echaderos a políticos y exconcejales de Valsequillo.

Hasta ahí, lo de siempre: el bufón señalando a todos menos a sí mismo.

Un poema que duele más que entretiene

La “obra” —si es que se le puede llamar así— arranca con lo que él cree un verso satírico y acaba siendo un monólogo del rencor. Entre rima y rima, el bufón lanza acusaciones que suenan más a rabieta que a denuncia, y se enreda en metáforas torpes que no consiguen ocultar el objetivo final: fabricar enemigos imaginarios para contentar a sus amigos reales.

Porque en el fondo todo esto no es más que una jugada vieja: desacreditar al adversario, agitar el avispero y, de paso, dejarle un recado a quien manda. Solo que esta vez el recado se lo ha dejado a sí mismo. Porque el personaje al que acusa de “meter las narices” —ese que, según él, viene “de parte de Teo”— sabe demasiado.
Y cuando se canse de mirar desde la barrera, puede que hable. Y entonces, querido bufón, tus rimas serán lo de menos.

Versos que se vuelven en su contra

Mientras presume de moralidad y denuncia enchufes, el cronista olvidadizo no menciona los suyos. Mientras clama contra el “caudillismo”, calla sus años de servilismo. Y mientras acusa a otros de venderse por cargos, sigue escribiendo panfletos al dictado de quienes le dictan la agenda.

Su “poema” no es más que un reflejo de sí mismo: un compendio de resentimiento, hipocresía y complejos mal disimulados. La ironía es que, en su intento por caricaturizar a otros, ha terminado dibujando su propio retrato.

Moralina final: cuidado con el que “está en deSuso”

Porque si algo ha quedado claro con este esperpento rimado es que el bufón ha abierto otro frente. Y el que está en deSuso, ese que conoce bien sus andanzas, recientes y pasadas, no es precisamente de los que callan para siempre.

Así que, bufón, afina mejor la lira la próxima vez, porque si lo tuyo era poesía política, ha terminado siendo una necrológica literaria de tu credibilidad.

Luis Verde, vecino declarado antibufón.