El bufón y su canto: sátira de bar disfrazada de artículo político

Hay textos que pretenden ser sátira política y acaban convertidos en caricatura de sí mismos. Luego está el panfleto firmado por Sosete—ese eterno opositor sin oposición que confunde el teclado con un diván—, que bautiza con grandilocuencia como “Paco Atta y el canto del cisne” pero que, en realidad, se parece más al graznido de un pato despechado que al canto elegante de ningún cisne.

Porque si algo destila cada renglón de su última oda a la irrelevancia es resentimiento disfrazado de verso. Verso malo, por cierto. Del tipo que se improvisa en la barra de un bar cuando se acaba la tapa y empieza el rencor. Lo suyo no es sátira política: es terapia pública, un desahogo escrito con tinta de bilis que confunde la crítica con el insulto, la ironía con la injuria y el análisis con el cotilleo.

Habla Sosete de “censura en el horno”, como si la política municipal fuera una novela negra de serie B, cuando lo que realmente está en el horno —y lleva tiempo demasiado pasado— es su propia credibilidad, chamuscada a base de insinuaciones huecas y rimas que harían sonrojar a un alumno de Primaria. Se atreve a hablar de “estrategias” y “reparto de puestos” con la solemnidad de quien cree que la intriga política se cocina en los cafés, cuando él no ha pasado nunca del rumor de cafetería.

La pieza —si es que puede llamarse así— revela mucho más sobre quien la escribe que sobre el objeto de su burla. Habla de “ego dolido”, pero el que sangra por la herida es él. Critica “modales de malcriado”, pero cada estrofa rezuma maleducación y desprecio personal. Llama “penoso discurso” al de otros, pero no hay nada más penoso que un artículo que pretende ser lúcido y termina siendo rencoroso.

Y lo más divertido de todo: denuncia conspiraciones y ambiciones, como si hubiera descubierto la pólvora, sin darse cuenta de que la política es, precisamente, ambición, estrategia y poder. Lo que molesta al bufón no es que exista esa lucha, sino que él no pinte absolutamente nada en ella.

En el fondo, su “canto del cisne” no habla de Atta ni de mociones, ni siquiera de municipalismo. Habla del ocaso de un comentarista que lleva años instalado en la queja y que ya solo sabe ladrar desde la cuneta del debate público. Su mayor aportación al análisis político es la rima cutre y el sarcasmo barato, ese que sirve para arrancar alguna carcajada fácil entre los mismos cuatro de siempre, pero que no aporta nada a la conversación colectiva.

Así que sí, quizá haya un canto del cisne en esta historia. Pero no el del alcalde. El que suena es el de Sosete, despidiéndose poco a poco de la relevancia que un día soñó tener. Y como ocurre con todos los bufones, su último número no provoca admiración ni reflexión: solo un incómodo silencio seguido de aplausos por compromiso.

Luis Verde, vecino declarado antibufón.