CULTURA|PATRIMONIO ETNOGRÁFICO
El museo de los recuerdos de Benigno López sigue vivo en Valsequillo
Su hija Maricarmen mantiene abierta la colección privada de antigüedades que su padre comenzó a reunir hace más de 80 años

En el corazón del barrio de La Barrera de Valsequillo , una sala llena de objetos antiguos y curiosidades esconde más que historia: guarda la pasión de Benigno López , un hombre de 91 años que ha dedicado su vida a coleccionar recuerdos de su familia, sus viajes y donaciones de amigos y desconocidos.
Hoy, su hija Maricarmen López es la encargada de mantener vivo su legado en el Museo de Antigüedades y Coleccionismo, un espacio que abre sus puertas para que los visitantes puedan viajar al pasado a través de los objetos que su padre atesoró con tanto cariño.
Un coleccionista desde niño
La historia de esta colección comenzó hace más de 80 años , cuando un pequeño Benigno, con tan solo 10 años , encontró una peseta envuelta en un papel en la calle. «Mi abuela le dijo que el dinero que se encontraba en el suelo no se podía gastar. Entonces, cada vez que se encontraba una moneda, la guardaba y no la usaba. Yo también tengo esa costumbre», relata Maricarmen con una sonrisa, según detalla el periódico Atlánticohoy.
Aquella costumbre se convirtió en un hábito de coleccionista, y lo que empezó con monedas y pequeños objetos fue creciendo con los años hasta convertirse en un auténtico museo privado lleno de piezas históricas, personales y únicas.
Un baúl de recuerdos familiares
Entre las vitrinas y estantes del museo, Maricarmen muestra con orgullo los tesoros que su padre se reunió con esmero. «Desde la yunta con las iniciales de su abuelo grabadas, una colección de monedas de distintos países, recortes de periódicos, televisores antiguos, una gramola y hasta una inmensa lavadora de madera» , enumera mientras recorre la sala.
Cada objeto tiene una historia que contar. «Ese cuadro de ahí me acuerdo de verlo en la sala de la tele cuando vivíamos en Telde y yo era una niña pequeñita» , comenta mientras señala con nostalgia.
Los visitantes quedan fascinados al descubrir artefactos del pasado como las antiguas palancas de electricidad que Benigno aprendió a reparar. «Muchas veces lo veía hacer a mi padre y así aprendí muchas cosas» , recuerda su hija.
Tesoros de todo el mundo
Benigno no solo coleccionaba lo que encontraba cerca, sino que cada viaje era una oportunidad para descubrir y traer consigo nuevas piezas.
«Mi padre iba a todos los viajes habidos y por haber. Siempre acababa en algún mercadillo comprando cosas. Mi madre siempre decía: ‘¿Dónde irá con ese trasto? Y después en el avión, a ver cómo lo hacemos'», ríe Maricarmen.
Uno de sus hallazgos más peculiares fue un teléfono fabricado en Checoslovaquia que consiguió en un viaje a Italia. Su nieto, que lo acompañó en esa ocasión, aún recuerda la escena: «Mamá, si tú vieras cómo regateó abuelo con el italiano. Primero le pedían 10.000 liras y al final lo consiguió por 6.000. No sé cómo hablaba italiano, pero lo logró», cuenta entre risas.
Un museo que sigue vivo
A pesar de su edad y de haber sido diagnosticado con alzhéimer en 2019, Benigno sigue siendo el alma de esta colección. Su hija confiesa que espera traerlo pronto al museo para que reviva, aunque sea por un momento, la pasión de su vida.
«Estoy esperando que deje de hacer tanto frío para traerlo, porque al final, todo esto es suyo. No sé si lo recordará, pero quiero que lo vea», dice emocionada.
Maricarmen no solo se encarga de conservar la colección de su padre, sino que sigue ampliándola con nuevas donaciones. «Yo recojo todo. Tendré que volver a hacer alguna vitrina por ahí», comenta con ilusión.
El Museo de Antigüedades y Coleccionismo de Benigno López abre sus puertas en fechas señaladas, como durante la floración del almendro y las fiestas locales, permitiendo que vecinos, turistas y curiosos puedan recorrer sus pasillos llenos de historia y nostalgia.
Benigno comenzó su colección con una simple moneda, sin imaginar que décadas después, su hija continuaría cuidando este pequeño tesoro de Valsequillo, un espacio donde los recuerdos siguen vivos.
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