Desde La Barrera
El bufón Sosete y el humo de los drones: cuando la poesía intenta tapar expedientes
Claro que traerá consecuencias. Y si alguien tiene dudas, que pregunte directamente en la Agencia Canaria de Protección del Medio Natural

El texto firmado por el apodado popularmente como Bufón Sosete no es literatura crítica ni sátira política: es una cortina de humo rimada, un ejercicio de confusión deliberada que pretende trivializar un asunto serio recurriendo al verso fácil, la insinuación cobarde y el señalamiento interesado. Mucho ruido, mucha metáfora… y cero rigor.
Porque no, señor Sosete: el “baile de los drones” no es un juego poético ni un malentendido lírico. Claro que traerá consecuencias. Y si alguien tiene dudas, que pregunte directamente en la Agencia Canaria de Protección del Medio Natural, donde los vuelos, grabaciones, localizaciones y usos de imágenes en suelo rústico o protegido no se evalúan con romances ni con coplas, sino con expedientes, informes técnicos y, llegado el caso, sanciones.
El problema de su texto no es solo lo que dice, sino lo que intenta ocultar. Bajo una maraña de insinuaciones, rimas forzadas y personajes caricaturizados, se pretende desviar el foco: convertir una posible irregularidad administrativa en un sainete político, y una actuación susceptible de control ambiental en una supuesta persecución personal. Victimismo preventivo, manual viejo donde los haya.
Habla usted de drones “equivocados”, de rutas alteradas y de conspiraciones en la sombra, pero no menciona lo único relevante: que en Canarias el uso de drones sobre determinadas zonas, viviendas o suelos protegidos está estrictamente regulado, y que no basta con voluntad política ni con guiños poéticos para saltarse la normativa. Ahí no mandan ni bufones ni sheriffs de condado: manda la ley.
Resulta especialmente llamativo el empeño en desacreditar cualquier actuación inspectora, como si fiscalizar obras, desmontes o usos del suelo fuera una maldad y no una obligación. Lo verdaderamente obsceno no es que se investigue, sino que se intente presentar la investigación como un ataque personal, o peor aún, como una vendetta política envuelta en versos.
Y conviene dejar algo claro: no todo vale en nombre de la denuncia pública. La divulgación de localizaciones, la exposición de espacios privados y la construcción de relatos basados en “rumor popular” no solo es irresponsable, sino que puede volverse contra quien la practica. No lo decimos nosotros: lo dice el marco legal, el mismo que usted intenta ridiculizar.
Así que no, Sosete: esto no acaba aquí. No porque lo diga este periódico, sino porque cuando entran en juego competencias ambientales, territoriales y de protección del medio, las consecuencias no se miden en estrofas, sino en resoluciones. Y si alguien sigue creyendo que todo esto es solo literatura, insistimos: que pregunte en la Agencia Canaria de Protección del Medio Natural.
Allí no bailan drones. Allí se levantan actas.




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