
EDITORIAL
El PSOE local desafía la línea insular y deja en entredicho a Hidalgo
La agrupación de Valsequillo muestra su apoyoo a una moción de censura
El contraste entre lo dicho por Augusto Hidalgo hace apenas unos días y el giro decidido del PSOE de Valsequillo a favor de la moción de censura es, políticamente, una fractura evidente. Más aún, porque el vicepresidente del Cabildo y uno de los principales referentes del socialismo grancanario había sido tajante al descartar “decisiones apresuradas o disparatadas”, defendiendo la estabilidad y la prudencia frente a los movimientos tácticos en municipios como Valsequillo.
La ejecutiva local socialista no solo ha ignorado esa advertencia, sino que en su comunicado ha utilizado casi las mismas palabras que Hidalgo había empleado para desautorizar, precisamente, lo que ellos ahora defienden: una moción de censura. Cuando el dirigente insular afirmaba que “esto no es un juego de ajedrez alocado”, el PSOE de Valsequillo replica, en tono directo y desafiante, que su moción “no es un juego de ajedrez alocado”, sino una decisión “responsable y coherente”. Es decir, le devuelven la frase a modo de espejo político, evidenciando que el desacuerdo no es menor, sino frontal.
Este choque interno deja a Hidalgo en una posición incómoda y debilitada dentro de su propio partido. Su discurso institucional de “prudencia” y “estabilidad” ha sido reinterpretado en clave local como parálisis y falta de reflejos. El PSOE de Valsequillo, en cambio, se presenta como una agrupación que asume la iniciativa política frente a un gobierno municipal en crisis, apelando al deber moral de “actuar” donde otros prefieren esperar.
La cuestión de fondo es si la agrupación local ha consultado o coordinado su movimiento con la dirección insular. Todo apunta a que no. Y ese gesto —hacer pública una moción contraria a la línea expresada por un vicepresidente del Cabildo y figura clave del PSOE— es una declaración de autonomía política en toda regla. El mensaje es claro: Valsequillo no quiere ser una sucursal del socialismo insular, sino una voz propia dentro del tablero grancanario.
El contraste se agrava porque Hidalgo justificó su postura en la necesidad de preservar gobiernos progresistas y evitar que el electorado se sintiera traicionado antes de 2027. El PSOE de Valsequillo, en cambio, considera que la traición real es mantener un gobierno en minoría que ha perdido el rumbo, y que la estabilidad no se garantiza sosteniendo la inacción, sino provocando un cambio. Es un choque de legitimidades: estabilidad institucional versus responsabilidad moral.
A nivel estratégico, el movimiento local deja en evidencia la falta de cohesión interna del PSOE grancanario. Si cada agrupación decide actuar por libre, la dirección insular se verá obligada a optar entre respaldar el pulso de Valsequillo o corregirlo, con el consiguiente coste político. En cualquier caso, el daño a la autoridad discursiva de Hidalgo ya está hecho: sus palabras sobre “prudencia y madurez” resuenan hoy como un llamado ignorado por su propia organización.
En resumen, lo ocurrido en Valsequillo ilustra un fenómeno recurrente en el PSOE canario: el desfase entre la retórica insular de estabilidad y las urgencias locales de supervivencia política. La agrupación socialista de Valsequillo ha decidido priorizar su territorio antes que la ortodoxia de partido. Y en ese gesto, aunque políticamente arriesgado, ha dejado en evidencia que la disciplina orgánica se subordina, una vez más, a la lógica municipalista.
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